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Due Diligence en los negocios: ¿para qué sirve?

En el mundo de los negocios existen algunos conceptos que es mejor dominar si queremos triunfar. Hay muchos que podrían mencionarse y que se ajustan a esta descripción, pero en este artículo pretendemos centrarnos específicamente en uno de ellos conocido como Due Diligence.

La Due Diligence tiene un objetivo principal que es evaluar los riesgos que entraña un proyecto, o bien alguno de los aspectos de un proyecto, por lo que puede llegar a resultar un proceso complejo, que se alargue en el tiempo más de lo esperado, y que involucre infinitos elementos.

Esta especie de investigación, con características también propias de las auditorías, suele realizarse con la finalidad de confirmar algo que está en discusión o debate, de ello su traducción “diligencia debida”. Generalmente, detrás de la misma hay una recopilación de datos clave, contables y financieros.

Como norma general, estos trabajos son solicitados por compradores o inversores que quieren conocer cuáles son los peligros que potencialmente podrían desaconsejar esa compra o inversión, y que no están visibles, ya sea porque se han ocultado deliberadamente, o porque un análisis somero no los percibe.

 

Due Diligence en el ámbito empresarial

Aunque existen otros contextos también puede solicitarse una Due Diligence, siendo común en el ámbito empresarial, donde se les demanda a los expertos que analicen en profundidad los registros contables y financieros de algún tipo de activo, para dar el visto bueno antes de confirmar la operación. Además, en ocasiones esto permite que haya nuevas evaluaciones sobre el valor del activo.

Y como cada vez son menos los riesgos que están dispuestos a correr quienes ya poseen dinero, la Due Diligence se ha vuelto más habitual, y más completa, por la especificidad deseada.

 

Diferencias con las auditorías

A grandes rasgos, podemos distinguir estos dos conceptos partiendo de algunos puntos fundamentales, como que la Due Diligence se lleva a cabo siempre en la antesala de una transacción a cambio de dinero o de otro activo, mientras que una auditoría es atemporal.

Por otro lado, al llevar adelante una auditoría, el interesado obtiene informes financieros, mientras que una Due Diligence contempla asimismo otras cuestiones del negocio, sin centrarse solamente en lo que refiere a las cuentas del mismo, si bien evidentemente no prescinde de ello.

Como consecuencia de lo anterior, el valor de una auditoría tiende a ser fijo, al tiempo que el de una Due Diligence varía de acuerdo a las necesidades de quien contrata el servicio, las áreas a considerar para el estudio, qué tan detallados tienen que ser los datos que se presenten, etc.

 

Nuevas aplicaciones

También es importante aclarar que las aplicaciones de las diligencias debidas van cambiando junto con los requerimientos de los empresarios, y que en los últimos tiempos son frecuentes contrataciones en las que se les pide a los profesionales y asesores que reparen en impactos socioambientales, opiniones de los usuarios acerca de productos, servicios y antecedentes legales del objeto.

Indudablemente, la Due Diligence gana potencial y aún no nos está mostrando toda su valía para el sector empresarial.

 

*Para ulteriores aclaraciones sobre el tema, no dudes en ponerte en contacto con Asesoría Teide, tu gestoría en Leganés.

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